Esta semana ya es la última semana de homeschooling, bendito y alabado sea el Señor y todos sus santos. Prueba superada. Una batalla menos. Sin embargo, como toda batalla en la vida, trajo sus secuelas consigo…
La Bipolaridad
Para mí homeschooling era un concepto extraterrestre, la única gente que lo hacía me la imaginaba perteneciente a una secta extremista ordeñando a sus vacas y haciendo sus quesos en el jardín o algo así. Cuando lo tuve que hacer yo, entré en tal pánico que cree un mecanismo de defensa para no enloquecer. Cuando me acostaba en las noches, me partía en dos, una parte de mí, era la mujer serena, tranquila y sabia, diciendo frases como… A ver, bájale tres rayitas a tu histeria, no es tan grave, tampoco es para tanto… la otra, loca perdida, sollozaba en su almohada desconsolada… ¿Cómo que no es tan grave?, ¿ya se te olvidó lo que era sentarte siete horas seguidas en la escuela?, ¿Apoco ya no te acuerdas de lo que es Geometría, Trigonometría, Gramática, Cálculo, Álgebra?….Estas palabras retumban en mi cabeza como insultos, como groserías que me aullara algún asesino demente en la calle.
Aún cuando me salgo a caminar un rato, la loca desquiciada que vive en mi cabeza me está contando los minutos en reversa…. Ya te quedan sólo 23 minutos de estar sola….ya te quedan 22, 21, 20….¡Dios mío! Por favor ya cállate…disfruta tus últimos minutos…a ver… respira….así mis diálogos mentales…te digo que Jenkyll y Hyde están a la orden del día en esta pandemia…¡Qué cosa!
La Pendejez
Pues ahí estuvimos todas las mamás y yo, volviendo a rompernos la cabeza para acordarnos de cómo fregados le hacías para calcular, para despejar, para encontrar el factor x, y, z… y demás estúpidos que se perdieron en la ecuación. La conclusión a la que llegué es que los años me han apendejado el cerebro tremendamente. Luego luego me di cuenta. Es más, un día, empezandito todo este desmadre, mi hijo mayor, que va en prepa, me pregunta no sé qué cosa de la cadena del ADN y al ver mi cara de…A ver, pérame…deja lo veo en Google… mi otro hijo le dice en quedito: Mejor pregúntale a papá. y entonces engendro en pantera. A ver, ¿por qué piensas que papá va a saber lo de las cadenas del ADN? no es como que fuera doctor. Bueno sí, pero….no te preocupes, ma, mejor me espero a que llegue papá. ¿Ves?, ¿Ves lo que te digo?
Digo, no es como que yo hubiera sido un crack en matemáticas, pero no inventes ahora que Isabel está con lo de las tablas de multiplicar… me di cuenta que efectivamente, hasta la tabla del siete la tengo medio en lagunas…sí, por ahí cuando llegas a siete por ocho, siete por nueve… esas de por allá, como que ya se me están borrando. En buen plan, ¡qué vergüenza!, ¿será por usar el maldito celular tanto? Y lo peor de todo es que no sólo yo me di cuenta de mi pendejez, ahora, con esta pandemia, ¡mis hijos ya lo saben también! porque claro, cuando no estás con ellos la mitad del día, es fácil tener tus secretos bien guardaditos, ser un poco misteriosa, pero con esta intensidad macabra, salieron todos los trapos al sol de madrazo. ¡No hay derecho!
La Humillación
Y ahora que hemos estado más tiempo juntos, bueno, más bien… ahora que hemos estado TODO el tiempo juntos sin escapatoria, me doy cuenta que he convertido en un entretenimiento para mis hijos. Como ya no puedo ir a mi gimnasio, estoy tomando clases de yoga de Youtube. Uno de los estos días, cuando estaba en la posición de Downward Facing Dog, osea, perro boca abajo o como se diga en español, de pronto mi “serenidad espiritual” se vio interrumpida por risitas de mis hijos, y resulta que mis licras tenían un hoyo que se abría cada vez más, estragos de los kilos de más de la cuarentena. Tuve que pedir por correo tres pares de licras, una talla más de la que era antes del encierro, en la era pasada, porque claro, toda esa maravillosa dizque “creatividad en la cocina” cobró cara su factura en mis caderas.
La Impunidad
Para contribuir a mi locura, las reglas de esta la casa se han vuelto infinitamente más laxas. Desde siempre, mis hijos tienen prohibido andar husmeando en la despensa como ratones. En este tema soy como la Gestapo. Odio ver migajitas de pan o rastros de visitantes a deshoras. Si los descubro en la despensa, no se la acaban, de inmediato saben que tendrán castigados los videojuegos durante tres días. Pero el otro día, fueron ellos los que me cacharon a mí comistrajeando galletas María a escondidas, con luces apagadas y todo. ¡A mi defensa, ya eran las doce de la noche! A esa hora cualquier vicio de carácter ya es legal porque los niños ya se supone que están dormidos, pero con este desorden de horarios, ya todo vale madre. Se me quedaron viendo estupefactos. Isabel me dijo que tres días no iba a poder ver mi celular. Obvio pegué de gritos escupiendo galleta por la boca y los mandé a sus cuartos furiosa, podía oír sus carcajadas mientras subían las escaleras. Así mi autoridad y mi gobierno estos días.
Pues sí, ahí la tienen. Una señora bipolar, que come a escondidas, que no se sabe las tablas de multiplicar bien, que no obedece sus propias reglas. Así es. Ahora, cada vez que mis hijos me cachan con una galleta en la mano, diciendo una grosería por teléfono, o con un hoyo en el pantalón…. Repito mi nueva mantra…Esto….¡Es lo que hay!…. les guste o no. Esta señora, esta nueva mamá que descubrieron en la pandemia, es la única que tienen, les guste o no….así que… colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Regina Moya, Día 70 del encierro.