Hubiera querido empezar hoy con…. Ya pasé el enojo, ya pasé la resignación, ¡ya llegué a la Nirvana!…Pues temo informarles que no, aún no he pasado a la siguiente etapa dizque más “zen” del duelo. Sigo de amarguetas y no veo pa’ cuando pase esto. Pero, ahora la novedad es que dentro de este amargue, he adoptado un nuevo modismo: ¿Te acuerdas cuando de chiquitos jugábamos a Los Encantados y te tenías que quedar congelado sin moverte? Ah, pues así mi nueva etapa esta semana. Cada vez que veo una huella de manita en los vidrios, cada vez que oigo un… ¡mamá!, cada vez que veo ropa y zapatos fuera de su lugar, cada vez que hay un jalón de pelos y gritos entre hermanos…me quedo quieta, quieta, sin moverme y mirando fijo al horizonte, con los ojos a media asta. Esto no me lo inventé, me salió natural. Algunos animales hacen esto. Los tlacuaches se hacen los muertos, es una estrategia legítima para sobrevivir, ahora, en mi ociosidad “covidiana” averigüé que esta táctica se llama Tanatosis. Ante una amenaza, los animales no sólo se hacen los muertos, sino que bajan su ritmo cardiaco, reducen su respiración y se quedan tiesos como mecanismo de defensa.
Bueno, pues mi etapa ésta de tlacuache me agarra el 10 de mayo, y mi esposo, siempre optimista, cual es su naturaleza, …¿Sí te he contado que Juan Manuel se despierta en las mañanas chiflando y cantando? Cosa que, propio de una vieja amargada, me pone los pelos de punta. Porque claro, la amargada quiere que todos sean amargados también. Me dice que este Día de las Madres, me van a consentir, que no voy a trabajar nada, que ellos van a hacer todo y que yo descanse todo lo que quiera… ¿A qué hora le confesaré que llevo toda la semana buscando en Google hoteles cercanos a mi casa a dónde irme el fin de semana para estar sola este 10 de Mayo?…Opciones donde el riesgo de contagio fuera muy bajo. Sí, efectivamente, quería que ese fuera mi regalo. Estar yo sola, con una botella de vino y con tres bolsas de palomitas enchiladas de Barcel de las grandotas, viendo Downton Abbey todo el fin de semana. Recluida lejos, muy lejos de mi casa. Así de positiva y buena madre soy ¿Cómo ves?
Pero obviamente, en el fondo de mi corazón, sabía que esta opción no era opción. Porque una cosa es…”ponte la mascarilla de oxígeno tú primero” y toda la filosofía moderna que está de moda, y otra ya son chingaderas. Así que, sabiendo que por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, no iría a ningún lado, acepté la opción de que me consintieran todo el día. Les dije que fuera de mi abrazo matutino, me dejaran dormir toda la mañana y que me trajeran comida de PF Chang´s y que sí, que gracias, que aceptaba felizmente no mover un dedo en todo el día.
Así que este 10 de Mayo, después de echarme toda, toditita la segunda temporada de Restaurants on The Edge, me levanté atarantada, me bañé y me puse guapa por primera vez en muchos días, con una falda larga y una camisa sin mangas que exponía mis brazos que cabe mencionar, han sufrido una transformación brutal del estado sólido al estado gelatinoso estas semanas, tanto que Isabel mi hija cada vez que me abraza, luego me da apretoncitos a la parte de arriba de mis brazos y pone caras chistosas, como de satisfacción, así como cuando jugueteas con esas pelotitas anti estrés, igualito, veo el placer en su carita.
Luego, mis hijos se pusieron a hacer el quehacer. Uno barría, uno limpiaba los vidrios, uno se hacía güey, obvio, y así alternaban… yo, que ya no me hallaba sin estar en friega, sólo me senté en la mesa del antecomedor y en mi silencio filosófico me percaté de las moscas. No sé en qué momento, se metieron un millón de moscas a mi casa, Había moscas grandotas de las verdes, mosquitas de la fruta, moscas medianas, moscas, moscas, moscas, por todos lados. Luego, me acordé de una nana que teníamos que mataba moscas con un trapo mojado. Bendito recuerdo, porque comprobé lo efectivo que es este método para matarlas. No sé si el movimiento en friega con el trapo mojado es tan rápido que no les da tiempo ni de salir volando pero puedes matar hasta varias moscas de un jalón. Inténtalo, ya verás.
Total que así me la pasé este Día de la Madre Covid, estoica, tlacuache, sin hablar, sentada en la mesa del antecomedor, con un trapo en la mano derecha, esperando a que la siguiente mosca se parara cerca para darle un chicotazo…¡Esto me trajo tantísima paz! De pronto era el mismísimo Mr. Miyagi de Karate Kid, pero con un trapo en vez de palillos.
Comimos PF Chang´s hasta hartarnos y luego nos fuimos a dar un paseo al Riverwalk a la zona turística donde no había un solo turista a la vista y esto también me trajo paz. Al final, ¿pa qué me hago? estuve contenta de no haberme ido al hotel donde además seguro me hubiera contagiado de Coronavirus por mi mala karma.
Luego, en la noche, le confesé culposa a Juan Manuel mi planes macabros. Como crecí siendo católica, sigo con eso de que tienes que confesar todos tus malos pensamientos o si no, algo malo va a pasar, por eso, luego, ahí ando exponiendo mis trapos al sol siempre. Si te soy sincera, si a mí me hubiera dicho mi esposo que hubiera querido pasar el Día del Padre, su cumpleaños o cualquier día domingo en un hotel para descansar de nosotros… el pobre hombre no se la hubiera acabado, hubiera despertado a todos mis demonios. Pero no, sólo me dijo que me acordara de cuales eran esos hotelitos que me habían gustado y que igual pronto nos podríamos dar una escapadita los dos. Sonreí. Con esta afirmación, ya me había dado la absolución de mis pecados.
Así que ya sabes, como eso de “ponte la mascarilla tú primero” ya ni aplica en esta nueva era porque pinchemente, ya todos la traemos puesta, la próxima vez que estés al borde del ataque, nomás… ve fijamente al horizonte, hazte el muerto…y si tienes un trapo mojado a la mano, mejor. Namasté.
Regina Moya, día 62 del encierro.