Maratón de Princesas

Hoy en el super oí a un imbécil dirigirse a mí con un… Excuse me, sir.  ¡No inventes! Me prendí como cerillo.   Le puse ojos de pistola con toda mi furia.  El agresor ni me volteó a ver.   Luego me vi reflejada en uno de los vidrios oscuros donde esconden las oficinas y vi, efectivamente, en unos pants guandajosos y chanclas viejas a una figura con la cara tapada, totalmente asexuada.  Maldije mi decisión de cortarme el pelo hace tres meses.  Cuando iba hacia mi camioneta, resoplando y jadeando, me dije, como lo hago varias veces al día… No manches, ahora sí, seguro ya tengo Coronavirus…  como que me siento mareada, como que no me entra bien el aire… Luego claro, cuando me quité la macarilla, de inmediato sentí un vuelvealavida.   A ver, ¿cómo no vamos a sentir que ya nos contagiamos si no se puede ni respirar bien en esas máscaras?  Y perdóname pero si acaso puedes respirar a tus anchas con la tuya, dejame decirte es una chafada y que no te va a proteger nada.

Así como me oyes, he andado toda esta semana, amarguetas totalmente.   Ahora el mensaje que nos mandan por todos lados es que estamos en un duelo y que hemos de pasar por las etapas del duelo…. Okey pues ¿cómo se llama la etapa donde mientas madres y ladras como perro rabioso al primer miembro de la familia que ose dirigirte la palabra?  Porque clarísimamente, esa es la etapa en la que ando ahorita.

Y es justo ahora, en mi etapa de amargada, malvibrosa, que mi hija Isabel, quiso ver la película de Blanca Nieves, la original, que yo no había visto hacía décadas.  Así que, con la buena intención de… disfruta pasar más tiempo con tus hijos… goza las cosas cotidianas  bla, bla, bla, la fregada…me senté a ver la película con ella.  Mi pobre hija, de plano me dijo… Mamá, por favor, no me dejas oír la película.  Eso fue porque yo no paraba de mentar madres y de interrumpir a la estúpida de Blanca Nieves cada tres minutos.   ¿Cómo que silvando al trabajar?  Por favor no me vengas con eso.  ¿Quién “silva” al trabajar?….pues claro, si yo tuviera un pinche zoológico de venados y conejos que me ayudaran con el quehacer, qué fácil…¿Soy yo la única que ve completamente fuera de lugar la relación de siete enanos viejitos y una niña de 15 años viviendo en una misma casa?… y sobre todo…que no invente el pinche espejo miope que ve más guapa a Blanca Nieves, toda redondita y casi sin cejas,  que a la Madrastra malvada que tiene un cuerpazo, ojazos verdes, y boca toda sensual…hasta le da un aire a María Félix, no?  Además, perdóname pero a la madrastra desde el principio, le gira infinitamente más la canica que a Blanca Nieves que además de voz de pito, me parece de una inteligencia bastante, pero bastante limitada…y encima tiene los pantalones de burlarse de Tontín… ¡No bueno!

Luego, el mismo día, Isabel quiso ver La Bella y la Bestia.  Belle, bastante más pensante que Blanca Nieves, a Dios Gracias.  Luego con todo ese debraye de que los muebles hablaban… y ¿No será que la pobre mujer, encerrada tantos días en ese castillo sin poder salir, empezó a malviajarse y hablar con los muebles?   Digo, no es que me haya pasado así tal cual,  pero de repente sí me cacho a mí misma con pensamientos dirigidos al fregadero… ¡No puede ser!, ¿cómo otravez tienes una torre de platos y cubiertos?, ¡Te acabo de vaciar hace una hora!…a la escoba mientras barro… ¿Ya viste la ampolla que me sacaste en el dedo gordo?…Sí, ya no me duele porque ya hasta se hizo callo… Te juro que estoy a un pelo de reemplazarte con el aparato ese eléctrico redondo que barre solito, la Roomba o esa madre.. nomás porque me duele el codo…pero estoy a punto, te juro…

No, si los escritores no se inspiran así de la nada, me cae, tienen que pasar por este tipo de fregaderas en la vida para escribir cosas interesantes.   Sí, estoy histérica en este encierro, pero con toda seriedad, les digo que ya no sé si se me están yendo las cabras al monte o qué me pasa.  El viernes pasado, en San Antonio, ya abrieron casi todos los negocios… “quesque” con sus debidas precauciones y demás.  Cuánto anhelabamos este momento y sin embargo, yo hoy lo único que quiero es quedarme encerrada, no sólo por no contagiarme, ¿pa’ qué me hago?… como que ya hasta me estoy “hallando”.  Síndrome de Estocolmo, ya sé…ya vi el meme veinte veces.   Ahora que ya veo más cercano que pronto me tendré que levantar otra vez de madrugada para correr, correr, correr y llevar a mis hijos a la escuela, a sus mil y un actividades… les juro que….híjole…ya prefiero tal vez quedarme aquí platicando con la lavadora …  Que ya abrieron las tiendas… que ya puedes entrar con cubre bocas y guantes…¿y qué fregados me voy a comprar si ya nada me va a cerrar? ¡y me niego a pasar al doble dígito!, y voy a estar en un probador tratándome de rellenar en mi antigua talla con un cubre bocas? Cuando hoy en la mañana me dijeron ¡Excuse me, sir!  No, ni madres…yo seré buen ciudadano…¡Yo me quedo en casa!…. tal vez ya me quede encerradita por mucho más tiempo… como esas viejitas gruñonas que nunca salen de sus casas y corren a todos a bastonazos… qué sabias son, te juro.  

Hoy es mi aniversario numero 18.  Los niños nos están preparando una cena sorpresa para la cual yo misma compré todos los ingredientes en el súper, eso fue antes que me llamaran sir… ¿algún día lograré superarlo? pero con todo y todo me voy a hacer la sorprendida.    Ahorita, mientras escribo, oigo la canción de “A Whole New World” de Aladino…. Isabel sigue con su maratón de las princesas de Disney… Les juro que ni aunque llegara un árabe cejón guapérrimo a mi balcón a invitarme un paseo en su alfombra mágica cambiaba hoy mi plan de quedarme encerrada en mi casa… Nada más de imaginarme vuelta y vuelta en la alfombra me dan ganas de vomitar del mareo.  Nunca me han gustado las montañas rusas.  En fin, espero para la semana que entra estar en la siguiente etapa de duelo, que sea un poco más amigable mi escrito.  Claramente en este momento no tengo mucho que aportar.  Fin del relato.

Regina Moya, día 57 del encierro.