En su curso de Magical Storytelling, Isabel Allende dice que para que haya una historia debe de haber una semilla y que como escritores hay que estar atentos a encontrarlas. En este viaje, encontré una semilla que no sólo se quedó conmigo, sino que fue germinando hasta convertirse en un escrito. Así que aquí te va…prepara tu cafecito porque sé que te va a encantar…
Hay quienes encuentran su pasión en las letras, otros en la medicina o en las artes. Te voy a contar la historia de Luis, el niño que se enamoró de las piedras.
El cuento comienza con un joven de catorce años que pasaba los veranos trabajando en el Museo de Mineralogía de Tehuacán, Puebla. Sus grandes maestros fueron los científicos y curadores que le contaban las historias de cada fósil y piedra preciosa traída de cuevas y subsuelos de todos los rincones del mundo. “Me sentía como hipnotizado … los cristales, los brillos, los colores… no me explicaba cómo era que la Tierra podía producir semejantes tesoros”.
Luis fue creciendo y su fascinación por los minerales creció junto con él. Estudió la carrera de geología y luego se especializó en mineralogía. Decidió que esto era a lo que quería dedicar su vida entera. Como era de esperar, vinieron críticas y advertencias. Mucha gente le dijo que era una locura: ¿Cómo es que piensas vivir de vender piedras, Luis?

Terco y fiel a su corazonada, comenzó con un puesto ambulante en el Bazar del Sábado en la Ciudad de México, un changarrito al que llamó Mineralia. En aquel puestito Luis se sentía como un explorador que exhibía sus descubrimientos en las ferias medievales. Su fiebre por las piedras atrajo como imán a muchos clientes, una de ellas, enamorada también de los minerales, se convertiría más adelante en su esposa…pero ese ya es otro cuento…
Al cabo de unos años, la demanda era inmensa. Luis y su esposa se fueron a vivir a Tehuacán, el lugar donde había nacido su pasión y pusieron ahí la fábrica de Mineralia. Siguieron con el enfoque de coleccionar minerales y fósiles, pero ahora la empresa tenía un nuevo as bajo la manga: Susana. La joven esposa de Luis, tuvo la brillante idea de vender piedras más pequeñas para surtir a joyeros. Con esto puesto en práctica, Mineralia se disparó por los cielos como un cohete.

La pasión de Luis se ha convertido en una de las empresas de comercialización y distribución de fósiles y minerales más grande del mundo. Si alguna vez te quedas hipnotizado viendo una decoración de fósiles en algún hotel high end o encuentras collar de piedras espectacular que te haga ojitos, es probable que venga de Mineralia, una empresa orgullosamente mexicana.
El día que conocimos a Luis y nos abrió las puertas de su fábrica, mi hijo Andrés que está a punto de irse de la casa para estudiar Business, me preguntó quedito al oído …Ma, ¿crees que yo logre algo así como esto que logró Luis? Pude ver en su mirada esa chispa de inspiración, esa ilusión única que se tiene a esa edad. Me llené de nostalgia pensando cuánto lo voy a extrañar.
¡Claro que sí! Tú nomás ándate con ojos abiertos y con ganas de partirte la madre.
Me sonrió… Eso ya lo tengo, sólo falta que encuentre mis piedras, como Luis.
Pues ándale, vete a buscarlas…
Regina Moya.