Anoche me apareció un recuerdo en Facebook donde salimos mis hermanas y yo todas emperifolladas para una boda. Fue de hace un año, pero en lugar de pensar como siempre.. Qué bárbaro…parece que fue ayer… pensé… Qué bárbaro…parece que fue hace siglos …. Dios mío…¿volveremos algún día a emperifollarnos para una boda? Entonces me vi a mí misma como ancianita arrugada con el pelo blanco y largo hasta las rodillas, contándoles una historia a mis nietas, niñas despeinadas, todas vestidas en harapos, en una cabaña, alrededor de una hoguera.
… En la era pasada mijitas, cuando dos personas se casaban, invitaban a mucha gente, hacían algo que se llamaba fiesta, donde todos comían, bailaban, se abrazaban, cantaban y festejaban… y todos estaban muy juntos, sí, a mucho menos de seis pies de distancia,…sin cubrebocas… como lo oyes….no, no es un invento mijita, sí pasaba de verdad.
Y así como vemos por las mañanas que los pajaritos hacen bailes y faramallas para atraer a las hembras, en la especie humana, las hembras también hacíamos nuestras propias faramallas durante esos días de fiesta. Las mujeres solíamos hacer este ritual en grupo, nos juntábamos en una casa todas bien temprano. Nos pintábamos de colores la cara. Usabamos lápices muy negros para delinear y abrir más los ojos para que se nos vieran grandototes. Nos poníamos una cosa que se llamaba rimel para enchinarnos las pestañas y que pudieramos parpaedar coquetamente, había un líquido llamado maquillaje que te esondía las pecas y las arrugas de la cara para que parecieras más joven y dieras el efecto de estar en eterna edad fértil. Nos pintábamos de colores los párpados y los cachetes y la boca de rojo ¿Para qué abuela?… pues por la misma razón que los pájaros exhiben sus colores y hacen sus danzas, para atraer al sexo opuesto. Así, nos coloreteábamos y arreglábamos y arrasábamos con la pista de baile… igualito. Eso no era todo, una vez maquilladas, hacíamos también cola para esperar nuestro turno a la peinada. Te acomodaban el pelo en chongos y trenzas elaboradas y cada peinado era distinto. Te ensartaban diez mil pasadores de metal al cráneo.
Luego venía la tortura, mijita. Te ponías una especie de media de una tela muy gruesa llamada faja que te comprimía las lonjas y hacía que se te viera la cintura más chica. ¿Por qué? Porque las mujeres que veíamos en las revistas así eran y queríamos parecernos a ellas. Queríamos estar siempre muy flacas pero muy curveadas a la vez, hacíamos dietas, íbamos a los gimnasios. Además, ¿ya ven esos hoyitos que nos salen en las piernas y en las nalgas? antes los llamábamos celulitis, en la era pasada, no eran considerados bonitos, había que esconderlos. Cuando por fin lograbas rellenarte en la faja, sabías que a partir de ese momento, ya no ibas a poder respirar a tus anchas y durante unas unas dieciocho horas, ibas a estar muy acalorada y muy sofocada, pero no importaba, porque era tu armadura para la batalla.
Luego, mijita, te ponías el vestido, esto era lo más importante. Tenías que tener cuidado de no comprar el vestido que estuviera más de moda porque no querías que nadie tuviera el mismo vestido que tú. ¿Qué tal que a la otra mujer se le viera mejor? Era una tarea difícil porque todas íbamos a las mismas tiendas. Ah.. esque antes del trueque, había unos lugares que se llamaban tiendas, pero esa será otra plática… Bueno, luego, ya con la faja y el vestido, nos montábamos en unos zancos llamados tacones…. Sí, los has visto en Wikepedia, exacto, esos. Todos los doctores decían que era lo más insano para la columna vertebral. Y no sólo caminabamos en estos zancos, no; también bailábamos y brinconteábamos en ellos. Eramos unas profesionales. No, no me lo estoy inventando, todo esto hacíamos. Sí, era muy peligroso, pero…pues con zapatos de tacón las nenas se ven mejor… alguien importante dijo esa frase, pero ya me falla la memoria…. Éramos muy valientes, muy entronas, nos la jugábamos….Nombre, ya no hay mujeres así.
Y al final de la fiesta abuela… igual que los pájaros ¿las mujeres más hermosas, las mejor maquilladas, las que mejor escondían la celulitis, las que mejor caminaban con tacones, se quedaban con más machos? Pues no, mijita, generalmente, te regresabas a tu casa con el mismo “macho” con el que llegaste. ¿Y entonces para qué hacían tanta cosa las mujeres, abuela?…. Pues….no lo sé mija, nomás por el puro gusto de ir a una fiesta… mira, mejor ya no preguntes tanta cosa y sigue desplumando la gallina… ¿Y los hombres qué hacían mientras las mujeres se arreglaban?….esa es una buena pregunta… ¿Qué habrán hecho los hombres?…¿qué sera?… pues, no sé… te digo que me falla la memoria…
¡Ya! deténte. No ahondes más en ese pensamiento. Está terrible. Me niego. No quiero ser esa anciana sabia con pelo largo blanco que despluma gallinas y cuenta las historias de la época pasada a sus nietas despeinadas. No señor, yo voy a envejecer siendo una abuela moderna, con pelo pintado y con botox, y voy a ir a todas las fiestas habidas y por haber.
Lo que son las cosas…En la era pasada, el arreglo para una boda me parecía eterno y tedioso, ahora, sueño con emperifollarme de nuevo, sueño con esa chorcha con mis hermanas y primas en casa de mis papás. Sueño con pintarme y peinarme, con bailar hasta que los pies me duelan tres días seguidos.
Ahora, como en cualquier batalla, parece que nunca llegará el final, pero basta con leer la historia para saber que todo en esta vida tiene un principio y todo tiene un final. Y llegará ese feliz día cuando la especie humana vuelva a abrazarse. Las mujeres volveremos a nuestras faramallas y los hombres volverán a sus andanzas, y la gente volverá a cantar y a bailar y las tiendas y bares volverán a abrir sus puertas y nuestros negocios volverán a despertar y a prosperar. Volveremos a empezar pero lo haremos todos juntos, porque somos animales sociales y si hemos de volar, volaremos en parvada.
Regina Moya, día 39 del encierro.